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Final inesperado


– Noé 25-21A, estación galáctica Gaia-E1, Año: 3890, Día: 6, Mes: Diciembre. Navegamos a bordo de una nave durante cien años. – Destino Planetario: Madre Gaia, Bienvenidos a la estación solar Gaia-E1 - Se escuchaba por el megáfono de la nave. El piloto automático Android-X, se programó para la excursión espacial hacia nuestro primer hogar, la Tierra. Las baterías de las cajas de cogeneración geotérmicas, estaban agotadas. Despertamos veinte años antes de la llegada a la estación de recarga. Últimamente las excursiones para visitar planetas habitables por pura sangre "Humanos" estaban siendo un caos. Más de un millar de planetas habían colapsado, llegando al exterminio total. Las guerras con las otras razas no humanas, el destino turbulento y las malas organizaciones y acciones del lugar, los llevaban a una extinción segura. Embarcamos muy rápido de nuestro último hogar ochenta años atrás. Viendo cómo se destruía todo lo que llamábamos vida en aquel lugar. Nuestro gobierno lanzó la antigua nave de supervivencia mil ochocientos años atrás de donde volvemos ahora. Nos encontrábamos justo al lado de la Tierra. Una Tierra desconocida, sin vida, oscura y fría. Hace tiempo leí un libro sobre sus últimos años. La inestabilidad de los océanos y la propagación de los gases contaminantes que acabó con toda existencia de vida en la Tierra. – ¿Qué encontraremos en ese lugar? Más de mil años sin existencia humana, o eso creemos ‐ Me pregunté. – Capitán James Thomson, necesitamos su orden para el despegue de las naves de exploración. ¿Me escucha? ¡Señor! - Hablaba el cabo Sherman, un joven treintañero, apenas capacitado para la guerra y lo que podría encontrar en aquel sitio misterioso. – ¡Sí, sí, lo siento! Da la orden - Dije un poco fatigado. – ¿Se encuentra bien, señor? - Preguntó el cabo. – ¡Claro..! Que solo envíen las naves del Oeste, necesitamos las del Este como apoyo. – ¡Entendido, señor! - Se despidió el cabo para entregar la orden. – ¿¡Qué le asusta, Thomson!? - Me preguntó el Mayor, con voz muy firme. – Nada, señor, pero después de los problemas de ruta, no me gustaría que muriera más gente - Contesté cabizbajo. – Necesitamos explorar este planeta sí o sí. ¿¡Entendido!? – Ordenó el Presidente. Agaché mi cabeza mientras entraba en una de las naves de exploración. – Preparando naves de exploración, empieza la cuenta atrás para desanclaje en 10, 9, 8...- Sonaba el megáfono. Nos acostumbramos rápido a aquella voz femenina. La voz de una robot computadora de a bordo Android-X. Creada en el año dos mil doscientos noventa, salvó la vida de miles de personas en la Tierra. – Chicos, si encontráis cualquier cosa avisad por radio. No bajéis más de quinientos metros de altura, no sabemos qué encontraremos ahí abajo. Cualquier avistamiento, sea de lo que sea, avisen rápido. Cuidado con las corrientes calientes y las tormentas - Ordené por radio a todos los soldados jóvenes que, como valientes locos, se lanzaban solos a su muerte. – ¡Entendido! - Dijeron todos. Terminó la cuenta atrás. Empezamos a caer con los motores apagados, dejándonos llevar por la fuerza atmosférica. Todos cayeron en el mismo momento como una bola de fuego, entrando a una velocidad descomunal. – Naves uno, dos y tres, dirección Oeste. Cuatro, cinco y seis, dirección Este. Siete y ocho, dirección Norte. Nueve y diez, dirección Sur - Les ordené la dirección de rastreo. – ¡Thomson! - Exclamó Lana, la única chica exploradora. – Dime Lana. – Altura de mil metros Oeste, no sé si lo estoy soñando, pero tengo justo en frente mía una nave arca. – ¿¡Cómo!? ¿Es humana?, es decir, ¿de la nuestras? – Afirmativo, señor, creo que no somos los primeros en pisar de nuevo tierra. – Aquí Thomson hablando a Noé 25-21A, avistamiento de nave arca Noé, necesito permiso para aterrizar - Avisé a la nave central, pero no recibí respuesta. – Aquí Thomson, Noé 25-21A, necesitamos permiso de aterrizaje – Proseguí con la orden durante quince minutos más. Algo raro estaba pasando, la nave central no captaba nuestra señal. – Chicos, nos reunimos todos en las coordenadas de Lana. No desciendan hasta que llegue yo. ¿¡Entendido!? Seguiré avisando a la central - Dije algo preocupado. – ¡Sí, señor! - Confirmaron todos. Nos reunimos con Lana, no podía creer lo que veían mis ojos. – Naves tres, seis y nueve, desciendan a 100 metros para rastreo del arca. Cualquier cosa extraña avisen rápido - Les mandé la orden. Las tres naves descendieron a ver el arca. Dieron una vuelta de reconocimiento y dieron el aviso. – ¡Señor! Tienen que bajar aquí, no se lo van a creer - Avisó Sherman. – ¿Qué es, Sherman? - Le pregunté. – ¡Señor... no estoy loco, se lo juro! ¡Pero..! ¡Es el arca Noé 25-21A! - Tembloroso, apenas le salían las palabras al cabo. – ¿¡Qué me estás diciendo!? Esperen en tierra, si es estable. Bajaremos todos para un reconocimiento ‐ Dudoso, mandé la orden a todas las naves. Descendieron todos y pisamos tierra. Sacamos los quad y los enseres de exploración. Acampamos cerca del arca, pero la tienda era inestable por culpa del feroz viento. – ¡Señor! Se acerca una fuerte tormenta - Avistó Lana en su radar de fenómenos atmosféricos. – Lo que nos faltaba, teníamos que haber vuelto al arca - Dije confundido. – Pero... si el arca está aquí, ¿Cómo vamos a volver? ¿A dónde? – Asustado, gritaba Gerson, otro joven soldado que no sabía dónde se había metido. – Buscaremos dentro del arca, puede que aún haya supervivientes - Dije para quitar tensión al asunto. Buscamos la entrada más cercana, como no hubo suerte, intentamos hacer un boquete para entrar. El soldador era demasiado lento y la nube estaba cada vez más cerca. Se podía ver en el cielo un ciclón enorme en espiral de colores verdes y amarillentos fosforescentes. Cada vez el aire era más fuerte y peligroso. – Pongan en marcha los propulsores traseros y botas, para mantener el equilibrio en tierra, que no os lleve el viento - Les ordené para tener a salvo a mis soldados. Cada vez se acercaba más la nube y no teníamos ni medio metro perforado de la nave. Casi estábamos dentro de la nave, cuando la nube y el aire empezó a arrastrarnos de un lado a otro, incluso el arca no aguantaba las sacudidas. Ya casi tirábamos la pared metálica del interior. El ciclón nos pilló a todos, pero con la ayuda de los propulsores pudimos agarrarnos al arca. Ayudé a los soldados a entrar por el boquete, hasta el último. Cuando estaba a punto de entrar, mis propulsores empezaron a fallar. – ¡Señor! ¡Agárrese! - Me cogían de las manos Lana y Sherman, pero el huracán me arrastraba con más fuerza. – ¡Soltadme! ¡Salvaos vosotros! - Les grité. Solté el acoplamiento de mis guantes, y salí despedido hacia los aires dando vueltas a una velocidad enorme. Intentaba arreglar mis propulsores y darle al máximo, pero cualquier intento de salir de aquello era imposible. Veía pasar mi vida con cada golpe. La esperanza de encontrar un nuevo hogar. Hasta que perdí el conocimiento, mareado por tantas sacudidas y vueltas.


"Universos paralelos"


Día: 10, Mes: Agosto, Año: 2020. Escribía en mi terraza bajo la luz lunar. Miraba las estrellas para aclarar mis pensamientos. No sabía qué escribir, llevaba cinco cigarrillos fumados en solo una hora. Me quedé embelesado con una extraña ráfaga de luz en el cielo. De repente empezó a cambiar el color de las escasas nubes. Empezaron a teñirse de color verde fosforescente y amarillo. Salían unos destellos que veía acercarse aún más. Casi estaban encima de mi cabeza, a unos metros. Una gran ráfaga, como un flash, estalló, dejándome totalmente ciego. Intentaba aclarar la vista, ver algo. Escuché un golpe, como de un saco lleno de trastos, caer justo al lado mío. Empezó a aclararse la vista y todo estaba normal. Ya no había nubes, nada en el cielo. De nuevo la luna y las estrellas. Solo había algo anormal, un bulto raro en el suelo de mi terraza. – Pero... ¡qué cojones! - Me decía a mí mismo. Me acerqué cogiendo el cepillo de barrer. Dando unas sacudidas con el palo, noté que se movía, ¡qué diablos!, respiraba. – Oye, oiga, ¿Quién eres? Llamaré a la policía. No contestaba, tampoco se quería levantar, parecía dormido. – ¡Nena, ven! ¡Enciende la luz de la terraza, corre! - Llamé a mi mujer, asustado. – Pero... ¿¡qué es eso!? - Alarmada, se preguntaba mi mujer por el sujeto que había caído en nuestra terraza. – Parece un hombre vestido de hormiga, con ese traje raro. ¡Estos frikis! - Le respondí. – ¿¡Que ha entrado por el tejado!? - Preguntó asustada mi mujer. – Tiene algo en la espalda, creo que ha llegado volando - Aclaraba su pregunta. – Da igual, yo voy a llamar a la policía - Se apresuró ella. – ¡No, espera! Vamos a meterlo y vemos si despierta - Le insinué. – ¡Estás loco! ¿¡Y si es un psicópata!? ¡Con esas pintas! - Gritaba alarmada, como loca. – Tú sabes que siempre tengo razón, mi intuición me dice que no es malo y que puede que no venga de este mundo - Le sugerí. – ¡Tú y tus tonterías espirituales! ¡Venga, vamos! - Cedió ante la duda. Agarramos al hombre de los pies y manos y lo dejamos en el sofá del salón. Intentaba quitarle el casco, cuando de repente se movió. – ¡Agárralo, que se quiere ir! - Decía mi mujer, pegándole con el cepillo en la cabeza. Lo escuché hablar, parecía que quería decir algo. Chillaba como loco y asustado. Lo dejé incorporarse. – Eto sina muje laka ‐ Dijo el extraño. – ¿¡Qué!? No entiendo tu lenguaje - Le dije. Me hizo una señal para que esperara y tocó un botón de su cinturón. – ¿Dónde cojones estamos? - Conseguí entenderle. – Aparte de friki, es tonto. En la Tierra, Europa, España, Andalucía, Jaén, en Bailén, so cipote - Le contesté con risas. – ¡No puede ser! ¿Qué año es? - Me volvió a preguntar. – 2020, el peor año para despertar de tu sueño de loco que tienes, nos devora un virus llamado covid19 - Le expliqué. – ¡No! ¡No puede estar pasando! Vengo del año tres mil ochocientos noventa, o sea, del futuro - Calculó el tío raro. – ¡A ver! ¿Me estás diciendo que vienes del futuro? ¿Te estás quedando conmigo, o qué? - Le pregunté, incrédulo. – ¡Sí! ¡Aparte de eso, mira! - Se sacó el casco y no podía creer lo que veían mis ojos. Ese hombre era yo.


Autor: Juan José Serrano Picadizo

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