top of page

Histeria


A mis ocho años de edad, he vivido muchos malos momentos debido al bullying, en forma de constantes ataques, burlas, golpes e insultos.

Estoy harto de este estúpido pueblo, sobre todo de sus ridículos habitantes. He cambiado dos veces de colegio por los mismos problemas: peleas y acoso en general.

«No soy de este mundo, soy diferente», era lo que me decía una y otra vez. No sabía por qué generaba esa histeria colectiva en la gente con solo colocar un pie en la calle. Me lanzaban huevos, piedras, petardos, incluso heces y animales que yacían muertos en medio de la calle.

Mi madre ya lo ha intentado todo. Vivíamos aquí porque era el hogar de mi difunto padre. A ella le estaba consumiendo la vida en consumo excesivo de pastillas para los nervios. Mi hermana mayor dejó los estudios para ayudar a mamá; por desgracia, también había caído en el consumo de drogas.

—Todo es mi culpa –murmuré sin nadie alrededor. «Ya lo intenté una vez, pero falló. Esta vez tenía que funcionar...», pensé con entusiasmo. Me quitaría la vida para que no sufrieran por mi culpa y así, vivieran en paz en este miserable pueblo.

—¡Pero qué mierda! –exclamé, exasperado. «No tengo por qué acabar con mi vida, mejor acabar con la de ellos. Sí, con ese casco que encontré en el armario de papá», me dije, ansioso. Yo sabía que ese casco tenía un poder oculto, con él podría «matarlos a todos».

—¡Uno por uno! –musité, moviendo mis manos con emoción. «No..., ¡mejor todos a la vez! Que sufran, que sientan mucho miedo», me dije. Casi podía sentir que cada una de mis células, temblaban de la emoción.

Salí a hurtadillas a la calle con el casco puesto. Nadie me esperaba ese día. Me encontré por casualidad con mi primera víctima. —¿A dónde vas con ese casco, Jeremy? ¡Idiota! Ja, ja, ja, ja —se burlaba Lucas, el tipo duro de la clase.

Me acerqué a él, coloqué mi mano en su pecho y... ¡pluff! Se desintegró por completo.

—¡Qué satisfacción! –grité, eufórico. Había notado que todo vibraba, sentí esa energía que producía el casco.

Proseguía apuntando con mi mano sobre la casa de Mario y sus asquerosos hermanos. Cerré el puño y... ¡pluff! Reventó todo en pedacitos.

—Muahahaha... –me reí con cada puño a un lado de mi cintura. Me reía tan fuerte, que había alertado a todos los vecinos—. ¡Morid todos! –vociferé, entonces abrí mis manos y, con un grito colérico, corrí por las calles desintegrando todo a mi paso.

Veía cómo la gente corría asustada, se apelotonaban en grupos... gritos por aquí y gritos por allá. Nadie escapaba.

—¡Moriiiiid.... hijos de ...

—¿Qué haces, enano? ¿No te tiene dicho mamá que no juegues con el casco de papá? –dijo mi hermana, arrancándome el caso por sorpresa.

—¡Devuélvemelo! –le insistí.

—Anda, tira, que vamos a cenar

Mis «heroicos» sueños de venganza, se habían acabado...


Autor: Juan José Serrano Picadizo

Yorumlar


¡SÍGUEME! 

  • RSS Icono Social
  • Facebook
  • Twitter
  • Instagram
00:00 / 01:04

© 2020 Por Juan José Serrano Picadizo. Creado con Wix.com

bottom of page