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La casa del loco


Hace mucho tiempo, en el año 2000. La horrible historia de cuatro jóvenes, era tan fuerte que nadie la podía creer. Terminaron las clases de junio en el instituto, los chicos entusiasmados, celebraban las vacaciones de verano hasta septiembre. Unos jóvenes alumnos de E.S.O como todos los días, caminaban hasta sus casas, a las afueras del pueblo, en una pequeña villa. Andaban por un camino sin asfaltar, en medio del campo, entre algunas casas abandonadas, derruidas por el tiempo y la fuerza de la naturaleza. No era la primera vez, que alguno de ellos, tenía la idea de entrar en alguna de estas casas. Siempre el más veterano, hacia la clásica broma de los fantasmas, inventando historias del lugar. Nunca antes pasaron a la famosa casa del "Loco" ya desde tiempo atrás, muchas eran las historias no se sabían si ciertas o no, contaban que desaparecían niños o se escuchaban voces. El cabecilla, los reto a entrar, diciéndoles gallinas. Para no quedar como miedosos, lo acompañaron a la aventura.

- Dicen de la casa del "Loco", que los niños que entran no vuelven a salir, si ves al "Loco", vendrá tras de ti, y si corres como un loco, tu alma quedará atrapada aquí - Contaba el mayor acercándose a la casa.

Tenía un antiguo muro de piedra, cubierta por enredaderas y una segunda alambrada oxidada. Las puertas de madera corrompida por el pasar del tiempo, también la cubría la barrera de alambre, pero se podía percatar un pequeño hueco por debajo. Los chicos pasaron por debajo de la verja, el más benjamín de ellos quedó enganchado con uno de los alambres sueltos. Ayudado por el veterano pudo pasar. Apreciando el lugar, quedaron un rato en silencio. Desde la puerta de afuera, hasta la casa, había grandes jardines. Los jardines, que antiguamente estaban llenos de rosales y árboles frutales, ahora estaban secos, con partes de tejas y ladrillos. En gran parte estaba todo lleno de telarañas. Un poco más adelante, se podía ver una antigua piscina, y bajo un tejado metálico, un coche antiguo destrozado y oxidado por completo. Andaban hasta donde estaba la puerta principal de la casa. El cabecilla, los mando a callar.

- ¡Shhh...! Callaros me a parecido oír algo - Dijo intentando darles miedo.

Todos ponían atención a los ruidos del lugar, en ese momento por el viento, se escuchó el golpe de una ventana. - No corráis, ya os dije que no podemos correr, quedaréis atrapados para siempre - dijo al ver que todos corrían asustados. Al pequeño, se le ocurrió la idea de echar a suertes para entrar. Les pareció bien, el mayor no quería participar.

- Yo me quedo aquí, entráis vosotros - Dijo presuntuoso.

- Pero... ¿Por qué no entras? - Le preguntaron.

- Alguien tiene que vigilar, por si acaso - contesto muy seguro.

Quitaron unos tablones que bloqueaba la puerta, apenas se podía abrir un poco, por la corrosión del óxido de las bisagras. Entre un enorme chirrido, empujaron todos cayendo al suelo uno tras del otro. Asustados se levantaron corriendo, llenos de polvo y telarañas.

- Pasa tú primero - - No, pasa tú - - No, No, pasa tú - Nerviosos, se retaban entre ellos.

El veterano al ver que no se decidían. Los empujo hacia dentro, y cerró la puerta rápido.

- ¡Abre, abre, …! - Gritaron.

Insistieron un rato, pero nadie abría la puerta. Miraban uno a uno hacía dentro, buscando un poco de luz de alguna ventana. Había un pasillo enorme, con muchas puertas, al final se podía ver una habitación abierta, donde colgaba una cortina rota. El benjamín se hizo el valiente, pidiéndoles que lo siguieran. Cogidos de la mano, caminaban despacio intentando no golpear nada, o caer con nada tirado por el suelo. Uno más asustado, no paraba de decir que sentía ruidos extraños de todos lados. Las habitaciones estaban cerradas, algunas por viejas tablas y parte del inmobiliario. No queriendo entrar en ninguna de ellas, siguieron recto, llegando a encontrar unos pocos rayos de luz, que entraba por el tejado destrozado por la lluvia. Parecía una cocina comedor, tenía una mesa grande de madera en el centro, unos almacenes a los lados, varios hornillos antiguos, una chimenea hundida, ganchos en techo y pared para agarrar las patas del jamón, los chorizos y otras carnes que solían comerse en la época. Sin tocar nada, buscaban por todos lados para encontrar otra salida.

- ¡Silencio! He escuchado algo - dijo el menor, dirigiendo la mirada, hacia uno de los almacenes.

Asustados, se unieron uno con otro agarrándose fuertemente. Callados, se hizo el silencio, acompañado de un fuerte golpe detrás de ellos. Comenzaron a ponerse muy nerviosos, y gritaron a la vez. No queriendo correr, para no separarse del grupo, decidieron quedarse juntos.

- No corráis, por el amor de Dios, no corráis - decía el benjamín, recordando las palabras del mayor.

Pasado un rato en silencio, decidieron volver a la puerta principal. Juntos sin separarse, dieron unos pasos para llegar a la entrada de la cocina. Estando a punto de cruzar.

- ¡Buuuaaaaaahh...! Ja ja ja ja ja ja...- Los asustaba el cabecilla que había pasado solo.

- ¡Eres tonto, casi nos da un infarto! - Les insultaban todos.

Enfadados por lo ocurrido, habían perdido el miedo. Siguieron el pasillo recto, pero encontraron, que no podían abrir desde adentro.

- ¿Ahora como salimos de este sitio? por tu broma, nos hemos quedado encerrados - Dijo el menor. - Fuera pude ver, que había otra puerta por la parte de atrás - Indicó el mayor, haciéndoles sentirse seguros.

No muy desacuerdo, pero con menos miedo, volvieron tras sus pasos de nuevo a la cocina. Cuando llegaron allí, se escuchó un tablón desde una de las habitaciones caer.

- ¡Joder tío, otra vez estas con tus bromas! - exclamó el benjamín. - Yo no he sido, no me he movido de vuestro lado - dijo el veterano.

Aterrorizados, se unieron de nuevo en el centro de la cocina. El mayor más acobardado aún, buscaba la salida. Viendo al cabecilla, comenzaron a ayudar. Nuevamente se oyó otro tablón caer.

- ¡Ayudarme a subir! - Gritaba el veterano, señalando una ventana de madera.

Colocando las manos en sus pies, el mayor, pegaba con todas sus fuerzas a la ventana. Logrando arrancarla del sitio, escucharon un alarido que procedía del pasillo.

- ¡Corred, agarraros a mí! - decía el cabecilla ayudándolos a salir. Uno a uno se ayudaban a salir. El pequeño quedando último, agarrado, intentando huir se volvió a enganchar de la mochila. El mayor lo sacaba por la ventana, dirigiendo la mirada hacía el interior.

- El.. el... e.. Lo...lo..lo Loco, lo he visto - tartamudeaba el cabecilla. - Ayúdame corre ayudaaaaa.... Mamá... - Lloraba el benjamín desesperado.

Todos pálidos, corrían como si no existiera mañana. El veterano que corría más, los adelanto. Sin darse cuenta pisó unas piedras quebradas, cayéndose a un pozo. Por suerte, pudo agarrarse con los codos. Llegaron los demás para ayudarle, haciendo esfuerzos, nadie podía con él. Cada vez se hundía más, el hueco cedía de los lados. El mayor desesperado, gritaba pidiendo ayuda.

- Agarrarlo fuerte, que voy a por ayuda - dijo el benjamín.

Agarraron de donde podían, el agujero se habría más. Quedando por completo sin sujeción, cayó por la perforación. Las rocas que cayeron antes que él, tapo el pozo quedando encima de ellas.

- ¡Estas bien! - Le gritaban. - ¡Siii... Ayudaaa...! ¡No quiero morir! - contestaba desesperado.

Tardaban demasiado, la villa y el pueblo estaban a media hora. El menor corría todo lo que podía, gritaba fuertemente para que todos los escucharán. Los padres del pequeño acudieron rápido.

- ¿Qué pasa, por qué habéis tardado tanto? - Preguntó el padre. - ¡Se ha caído a un pozo! - Contestaba el benjamín, sin aliento del cansancio.

Rápidamente, cogieron los coches para llegar lo antes posible. Había pasado como media hora desde que cayó al agujero. Los chicos, lo llamaban una y otra vez, para ver si seguía con vida. Al no tener respuesta, lo daban por muerto. Llegaron los padres, al lugar con cuerdas y linternas. Miraron dentro del hoyo, lanzaron la soga, no recibieron respuesta, el hueco parecía no tener fondo. Pasada una hora, llamaron a los bomberos y policías, rápido acudieron al lugar. Cercaron la zona, echando a todo el mundo. Al siguiente día, la triste noticia se hizo eco.

“Dicen de la casa del "Loco", que los niños que entran no vuelven a salir, si ves al "Loco", vendrá tras de ti, y si corres como un loco, tu alma quedará atrapada aquí.”


Autor: Juan José Serrano Picadizo

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