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La sombra

Actualizado: 28 ene 2021


Entre la penumbra, algo llamó mi atención. Me desveló un sonido insólito. Miré a mi izquierda. Mi señora y mi retoño estaban dormidos. Salí lentamente del lecho, mis pies notaron el fresco cerámico del suelo. Alertado avance hacía el cuarto de al lado. Mi primogénito también estaba somnoliento.

Salí de la habitación, dirigiéndome hacia las escaleras de la azotea. Al empezar a subir los peldaños, escuche un leve impacto. Atrevido continúe. No muy audaz esperé junto a la puerta. En un santiamén, de nuevo se oyó el golpe, provenía del altillo. En esta ocasión reconocí el sonido. Me aproximé a la portilla del desván, un escalofrío recorrió todo mi cuerpo estremeciéndome. Agarré el tirador. Mirando al suelo me percaté de una bruma que fluía por el marco de la puerta. Palpitando abrí cauteloso.

En la habitación había un antiguo baúl, de el emanaba una densa y oscura niebla. Me acerqué y lo abrí, una tétrica sombra se propagó por toda la buhardilla. Adquirió la forma de mano corpulenta. Intenté escabullirme, me rodeó por la cintura arrastrándome hacia el arcón. Luché para escapar, agotado terminé siendo engullido por el cajón.

Absorbido por una temible espiral, caí en una helada catacumba. Aturdido, distinguí un sarcófago con cuatro antorchas en las esquinas. Reptando me alcé sobre el sepulcro, encaramado empuñé una tea. Avancé buscando una salida. Descubrí un portón. Con esfuerzo lo pude entreabrir, saliendo al exterior. Visualicé lo que parecía una figura humana. Un ser con capucha, envuelto por una nebulosa neblina. Alzó la cabeza y me miró amenazante. Ágilmente casi sin darme cuenta su garra atravesó mi tórax. Aspirando mi alma. Sin dominio, acabe en el piso. Arrastrándome intentaba escapar.

El espectro se transformó, adquiriendo mi aspecto. Creí sentir como se me clavaran mil alfileres en mi cabeza, cuando me sujetó cruelmente de la cabellera. Acercó sus pestilentes fauces a mi oído, susurrando con una voz siniestra " Te quedarás aquí " una carcajada infame atronó por todos los rincones de la estancia, helando la sangre. Selló la puerta. Encerrándome para siempre.


Autor: Juan José Serrano Picadizo

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