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Momento de paz


– Y cuando acabes de hablar, por favor, cállate.

En el trayecto a casa reñía a mi padre por interrumpir una infinidad de veces mi conversación con el médico. Desde que mi desafortunado marido murió cuando Alicia solo cumplía dos años, mi vida ha sido un sin vivir. Tengo que cuidar de dos personas enfermas en casa. Mi hija de cinco años padece, desde que llegó al mundo, de insuficiencia cardíaca, y mi padre, con ochenta años, sufre alzheimer. No puedo hacer nada sin dejarlos solos. Teletrabajando desde casa no tengo tiempo para el descanso, y mucho menos para relajarme un rato. La asistenta que me ayuda con mi padre solo trabaja por la mañana. En la tarde me dedico a ellos al cien por cien. "Momento de paz", retumbaba en mi cabeza el eslogan de un anuncio de bienestar.

– ¡Papá! Deja de jugar con la comida.

– ¡No quiero guisantes! No me gustan.

– No son guisantes. Voy a acostar a la niña, no hagas nada raro.

Dormí a la niña y después ayudé a mi padre. Viéndome sola, me acomodé un rato en el sofá para descansar y ver la televisión.

– ¡Luci! ¡Luci! ¡Despierta! ¡La máquina!

– ¡Papá! ¿Qué pasa?

Escuché el pitido ensordecedor del aparato de asistencia cardíaca.

– ¡Alicia!

Desesperada, corrí hasta la habitación de mi hija, que en ese momento había sufrido un paro cardíaco. Sujetando a mi hija en brazos llamé a urgencias para pedir una ambulancia. En el pueblo no tenemos médicos en la noche, solo una ambulancia de urgencia.

– ¡Por favor! Necesito una ambulancia, rápido, mi hija está sin latidos.

– Lo siento, señora, las ambulancias están ocupadas, ¿no puede llevarla usted hasta el hospital más próximo?.

– ¡Ocupadas! Necesito una ahora, y rápido, mi hija se muere. Se lo suplico.

– No podemos hacer nada en estos momentos de pandemia, tienen que llevarla pronto al hospital más próximo, lo siento. Buenas noches.

– ¡Noo..! No cuelgue. Por favor... no...

"Momento de paz"

Entré en shock por la noticia, dejando caer el móvil al suelo. Nerviosa, agarré las llaves para montarnos en el auto. Pisaba el acelerador al máximo sin pensarlo. El hospital más cercano estaba a una hora en coche. Recordé un atajo que reducía el trayecto, atravesando el bosque por un camino secundario.

– ¡La niña! Tengo miedo.

– ¡Cállate, Papá! ¡No me pongas más nerviosa!

– ¡La carretera!

Intentando calmar a mi padre, el coche se salió del camino, golpeando de frente con un árbol. Desperté con dolor de cuello y espalda. El aspecto de mi padre era espantoso, tenía la cabeza ensangrentada empotrada contra el cristal. Mi hija...

"Silencio"

"Momento de paz"

– ¡Mamá..! ¡Mamá!

– ¡Alicia! ¿¡Qué haces ahí!? ¿¡Cómo has salido del coche!?

– Ven conmigo, mamá.

– ¿¡A dónde!?

– Acompáñame hasta la luz, hacia tu momento de paz.


Autor: Juan José Serrano Picadizo

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